Etapas de confinamiento y estado de vulnerabilidad

Por Maria Luz Duran, Licenciada en Patrimonio, Turismo y Cultura, Profesora de Yoga. Email: luzduran2002@hotmail.com

Si pensamos en estos días de confinamiento que venimos transitando, podemos contarlo como una historia por etapas.

En un principio nos sorprendió la pronta declaración de cuarentena en nuestro país casi sin casos, cuando veíamos el sufrimiento Europeo como muy lejano.  La desesperación por abastecerse, las grandes compras, la información acerca de los protocolos a seguir y por sobre todas las cosas ¡vacaciones!.  Se activó la necesidad urgente de saber cómo utilizar redes sociales, el colapso de las teleconferencias, webinars, videos llamadas y la carrera por generar contenidos virtuales. Algunos estaban preparados, otros no. Mucha gente manifestaba miedo, pánico, fobia por salir a la calle y otras no terminaban de entender y seguían saliendo a correr y llevando los chicos al parque. Cada uno sabrá como reaccionó en un primer momento, pero en la medida que los días pasaban algunos seguían colapsando las redes en infinitas charlas futurólogas y otros se concentraron en potenciar el encierro para disfrutar de estar a solas, ir hacia su interior  y potenciar esa cuarentena haciendo lo que tenían pendiente en agenda.  Que el mundo se cerrara sin poder  guarecerse  en ningún lugar, desconociendo la situación con claridad sin una  solución clara, ya que ni los especialistas médicos sabían bien a que se enfrentaban;  generó una sensación de vulnerabilidad que nos puso más susceptibles y  menos tolerantes.

Esa sensación incómoda de estar siempre en alerta, por nuestra salud, la de nuestros amigos, familiares y la comunidad en general. Esta sensación se agravó cuando pasamos a la segunda etapa y nos dimos cuenta que teníamos para más de 40 días y las economías  comenzaban a ser insostenibles, donde en los países como el nuestros con altos índices de pobreza, se suma el contexto social cada vez más difícil.

Preguntas trascendentales comienzan a surgir y nos llevan al interior; ya no teníamos el velo de lo cotidiano que todo lo ciega.

¿Qué es lo que realmente quiero hacer con mi vida?

¿Qué es lo que realmente valoro?

¿Qué es lo que tengo?

¿Qué es lo que me falta?

Este aislamiento es una oportunidad para darnos cuenta de lo poco que necesitamos, de enfocarnos en los valores y en los sueños adormecidos por las exigencias.

Nos preguntamos ¿que quedará después de la tormenta?, tal vez una economía muy dura. Tal vez las oportunidades que toda crisis regala.  Pero lo importante es que estas emociones nos han hecho regresar al origen, a lo básico, a repensarnos.  ¿Quien soy sin mis obligaciones? Si fuera nuestro último día, ¿habremos vivido intensamente?. Pensar que en esta situación muchos chicos conocieron por primera vez la atención plena de sus padres, compartieron un juego, tiempo orgánico de calidad y en cantidad.

Recuperemos la huella que queremos dejar. Miremos hacia el futuro sin olvidar este proceso único; potenciados por esta experiencia.

Namaste.

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2 comments
  1. Lo que más rescato de esta situación, es que más allá de toda diferencia , hay algo en lo que estamos deacuerdo tema “prevenir – salud”,
    etc. , nos hace reflexionar que es lo importante para cada uno y por lo tanto para lo demás.

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